El medio de transporte del Covid-19 ha desatado algunos debates clasistas sobre el tema, con diversos trasfondos, sin embargo, en un mundo globalizado, algo hay de cierto. A nivel países, en la Fase 1: Importación viral, el virus viaja en avión; en la Fase 2: Dispersión comunitaria, viaja por vía terrestre ya sea en automóvil particular y/o transporte público; en la Fase 3: Epidémico, viaja en automóvil particular y transporte público.
Al estar ante una pandemia global, los debates en ese sentido son desgastes innecesarios, ante la situación actual. Quintana Roo, en este momento tiene una de las mayores tasas por cien mil habitantes del país [1]. Esta alta incidencia es explicable porque se tiene el aeropuerto con mayor tráfico internacional del país (35.4%) a febrero de 2020 [2]; en Quintana Roo al cerrar la Fase I, la mayoría de los casos eran de extranjeros [3], es decir casos importados. Esa es la razón de la inusualmente alta tasa por cien mil habitantes, indicador que disminuirá al pasar a las fases II y III. Por ello el Covid-19 llegó en avión, pero ahora viaja en auto particular y transporte público.
Los principales mercados emisores de turismo a Quintana Roo están en crisis, en aislamiento social extremo, con miles de vuelos suspendidos y muchas fronteras cerradas. Es decir, el cierre de la temporada de invierno 2019-2020, que acaba en la semana santa, está perdida por la caída abrupta de la demanda y la de verano corre en grave riesgo.
Sin embargo, si algo ha demostrado el turismo en la historia reciente es su resiliencia y capacidad de recuperación. En coyunturas de catástrofes y desastres de tipo: económicas, políticas, sociales o naturales siempre han operado dos fenómenos: la postergación del viaje y la sustitución de destino, este segundo no aplica en mayor medida, ya que la escala de la pandemia del Covid-19 es global y los destinos competidores están en igual o peores circunstancias y el origen está en la demanda. Así que la esperanza radica en la postergación del viaje, que permitirá una recuperación acelerada, una vez que los países emisores pasen la contingencia y sus economías se restablezcan.
¿Qué sabemos sobre lo que ocurre durante una pandemia?
A la luz del estudio del caso de Cancún en el AH1N1 y otros desastres[4], se puede saber que por su alto impacto en las llegadas en el corto plazo, la alerta sanitaria obligó al igual que los huracanes, al cierre de hoteles, con la diferencia que esa vez la estructura turística no estaba dañada, lo que explica que la recuperación haya sido más rápida, en forma de “V”.
La afectación al turismo en Cancún por la alerta sanitaria de la Influenza AH1N1 se estima que duró seis meses y dejaron de venir 299,294 turistas. El impacto económico de la influenza AH1N1 se estimó en 307.6 millones de dólares. Ante el AH1N1 las tarifas se movieron a la baja solo en el cortísimo plazo, para responder a la emergencia, retomando su tendencia normal a la siguiente temporada. La diferencia en la situación actual es que el AH1N1, no afectó en un nivel tan grave, como ahora lo está haciendo el Covid-19, a los países emisores de turismo al Caribe Mexicano. Por lo que es previsible que será más larga la recuperación. Así como se prevén las curvas de la pandemia para México y los principales países desarrollados es prudente considerar que la temporada de verano será mínima y prepararse para una modesta temporada de invierno 2020-2021.
El modelo mono productivo de la región anclado en el turismo, por la naturaleza de éste y las características geográficas y demográficas de Quintana Roo, presentan una situación sui generis, diferente al resto del país.
La afectación de eventos catastróficos: huracanes, 11 de septiembre, AH1N1 y ahora el Covid-19, nos recuerdan la bendición caribeña que tenemos de tener turismo todo el año y casi olvidarnos de una característica intrínseca al turismo: la estacionalidad
Que no seamos como la mayoría de destinos vacacionales que tienen sólo una temporada al año, o solamente en fechas puntuales, tienen los turistas suficientes. De esos destinos turísticos de temporalidades muy pronunciadas debemos de aprender lo necesario en esta coyuntura.
En el nivel macroeconómico, la resiliencia y postergación del viaje, inherentes al turismo actual, son esperanzas de normalización a mediano plazo. La afectación ya está determinada de manera exógena, el dilema sobre parar o no, ya no se presenta, como en otras regiones con economías diversificadas. Lo que corresponde es gestionar de la mejor manera el paro industrial abrupto y sus consecuencias sociales. En el plano micro, la decisión está en el nivel de cada empresa turística. Cada establecimiento debe de analizar si se está abajo del punto de cierre [5] y, actuar en consecuencia de acuerdo con su situación interna y a las medidas de excepción que aplican en una contingencia por causas de fuerza mayor. La emergencia será un desafío financiero, seguramente no contemplado en el presupuesto operativo anual, por lo que la fortaleza y gestión financiera de cada unidad de negocios se pondrá a prueba.
Ante la falta de esquemas formales, tipo los seguros de desempleo de USA o esquemas de renta universal básica, los esquemas solidarios de conservar el empleo siguen como esquema menos malo que los despidos. El impacto en lo social escala a nivel catastrófico. El turismo, industria de servicios, es por definición intensiva en mano de obra y de baja calificación en su mayor proporción; es decir, gente pobre e inmigrante la mayoría, a quienes la coyuntura deja en la indefensión total. Sumando elementos de riesgo para el precario orden social en varias de las localidades del estado.
Es la oportunidad como sociedad, de mejorar nuestro modelo social, con revisión y mejora de los mecanismos tanto de cobertura social, como de la planta productiva, el fomento industrial y de la inversión en épocas de crisis. Son de envidia el abanico de medidas que los países desarrollados han desplegado tanto para proteger al empleo y a las familias como a las empresas.
El éxodo de la migración interna es palpable, quienes no tenían condiciones o suficientes razones de aguantar la coyuntura, se están regresando a sus lugares de origen, la actividad ha sido frenética en las últimas dos semanas en las terminales de autobuses informales. Ello genera menor presión social local, ante la contingencia. Se activó la válvula de la olla a presión. Sin embargo, ello lleva a que se repita la historia del conteo 2005, afectado por el huracán “Wilma”, un censo no realista, que reducirá los insuficientes recursos para el desarrollo el próximo quinquenio. La estructura de la pirámide poblacional, con forma más de flecha que de pirámide, muestra que el grupo mayoritario de la población de Quintana Roo es el de menor riesgo, ese es otro factor demográfico que ayuda a enfrentar la emergencia sanitaria.
Ya se sabe que uno de los efectos no deseados de poseer ciudades-destinos-marcas turísticas es que venden más titulares, por ello, siempre una notica mala se magnifica mucho más que para otra localidad que no tiene ese atributo. Una gestión eficiente de la crisis sanitaria es la mejor inversión en publicidad turística, se saldrá más pronto de la contingencia y permite cuidar la imagen del destino a mediano plazo. Mínimo que no sea relacionada en la memoria colectiva como epicentro de ella.
El Covid-19 viaja en auto particular y en transporte público.
Profundizar la distancia social ayudará a evitar no ser el epicentro de un contagio local descontrolado. Con el flujo de viajeros en el aeropuerto al mínimo y las escasas vías terrestres de acceso al estado, los flujos de personas son relativamente fáciles de controlar, las aduanas o filtros sanitarios deben de considerarse. La Península y el estado pueden garantizarse como una zona con la menor circulación del Covid-19, en el país y aun internacionalmente.
Por lo tanto, la estrategia de control se convierte en un doble anillo: menor movilidad social para reducir a lo mínimo el contagio interno y blindaje externo peninsular, o estatal para mantener la región segura. En este aspecto, como en todo, el reto es encontrar la justa medida para mantener el régimen de libertades y garantías individuales, sin caer en acciones ni autoritarismos que lesionen derechos humanos.
El inminente aumento de la temperatura por la primavera es otra variable que ayudará, por algo la influenza es estacional. En este punto de la pandemia, de todas estas circunstancias, y algunas no visibles aún, dependerá salir lo más rápido y mejor de esta coyuntura. La situación aún dolerá más, antes de mejorar.
Una gestión eficiente de la crisis sanitaria es la mejor inversión en publicidad turística, se saldrá más pronto de la contingencia y permite cuidar la imagen del destino a mediano plazo.
La conducción actual debe de ser regida por las autoridades sanitarias, pero una vez pasada la parte más grave de la contingencia, ya en la etapa de recuperación, con el relajamiento de las medidas de distanciamiento social, cada destino, debe estudiar la situación de sus mercados turísticos emisores, su conectividad y la situación de la industria de transporte (aéreo y/o terrestre o fluvial), su producto turístico, su mercado laboral y la afectación de su imagen; y en función de las condiciones en ese momento, plantear sus planes de dinamización de la demanda y de reactivación de la oferta.
En ese sentido los productos y servicios turísticos que puedan manejar mayores burbujas de intimidad (no necesariamente más personalizados) serán los que puedan operarse primero; muchas compañías, sobre todo en el transporte, tendrán que analizar muy bien sus puntos de equilibrio para poder operar bajo la necesidad sanitaria de mayor espacio por viajero. Así como el 11 de septiembre sentó nuevos estándares en los viajes respecto a seguridad, es previsible que nuevos estándares sanitarios se establecerán en los viajes ante esta nueva realidad, lo que implicará una revisión a fondo del reglamento sanitario internacional, que ha sido rebasado en esta contingencia.
Por supuesto que la afectación a mediano y largo plazo impactará de manera diferenciada a cada segmento y sector turístico, hasta ahora se vislumbra uno que tendrá afectaciones de profundidad en el largo plazo: los cruceros. La lista provisional de destino-país que terminarán muy afectados son: China, Italia, España, USA y sumando. La de destinos-ciudad hasta ahora incluye a: New York y Madrid. Estos destinos turísticos, su industria turística y de viajes y su población resentirán por años las secuelas de este 2020. Hagamos lo posible para evitar entrar en esas listas.
Un aspecto que la pandemia manifiesta es el desafío a la base del turismo: la hospitalidad. La aceptación sin recelos del otro se enfrenta a las fobias y prejuicios que generan la propagación de la pandemia actual, diversas manifestaciones de rechazo, sin base científica, ni racional, afectan a las personas llegadas de fuera hasta en localidades con raíces de hospitalidad que se pierden en el tiempo. El fenómeno se da alrededor del mundo.
Bernal Diaz del Castillo [6] y Fray Diego de Landa documentaron la fuerte hospitalidad en los pueblos mayas, las cuales perviven en las comunidades actuales, las sucesivas culturas y el turismo asentado en épocas recientes en la región no han hecho más que fortalecer esas prácticas de hospitalidad. Hasta que llegó el Covid-19. Comunidades que, en el último año, ante el rebase de la capacidad de carga, se negaban a limitar el número de visitantes, ahora no sólo pretenden impedir las visitas, sino piden a los turistas remanentes que se retiren.
En el último año verdaderas emergencias medioambientales se han presentado en diferentes puntos del Caribe Mexicano. Durante la pandemia las primeras evidencias muestran la mejora en la atmósfera, por la bajada de emisiones, debida al paro de las ciudades alrededor del mundo; esta será una buena oportunidad de constatar en nuestro entorno, cuanta de la afectación a los ecosistemas es atribuible directamente al turismo y cuanto debemos de asumirlo como parte del impacto ambiental de las localidades de residentes permanentes.
El efecto multiplicador del turismo es de 1.7, es decir, de cada unidad monetaria gastada por el turista el impacto directo, indirecto e inducido en el sistema económico es mucho mayor y se distribuye en todas las ramas económicas; una parte importante se distribuye fuera de las zonas turísticas, sobre todo en el sureste, con la contingencia en lugar de dinero regresan los inmigrantes que trabajaban en las zonas turísticas, y ahora son recibidos con recelo de traer el virus a sus comunidades originarias.
A nivel mundial la pandemia ha generado flujos atípicos y la activación sigilosa del turismo rural, de pueblos y segundas residencias, sin embargo, no son tan bienvenidos (as) como antes, en esas comunidades pequeñas y apartadas. También se ha manifestado la inconsciencia de estos turistas qué aun sabiendo el riesgo, al salir de sus ciudades, que son los epicentros de la pandemia, exponen a esas pequeñas comunidades.
La hospitalidad y la sustentabilidad se ponen a prueba
El turismo internacional en el año 2020 tendrá una debacle como nunca se ha registrado, 20 a 30% calcula la OMT [7]. Mayor al 2008-2009 y al SARS. Al ser el turismo internacional, tanto en turistas como visitantes, la mayor proporción de los flujos turísticos a los destinos del Caribe Mexicano, es de esperarse un impacto similar en la estadística anual a nivel local, con mayor baja en el arribo de cruceristas.
Atender la emergencia y prepararse para la temporada de invierno, esperando que el sargazo y la temporada de huracanes den tregua este año, esa sería la secuencia de actuación. La esperanza del mañana se cifra en la resiliencia del turismo, ese derecho inalienable de las personas del siglo XXI a viajar y su negativa a renunciar a ello. En cuanto amaine la pandemia, los aviones regresarán con turistas sin Covid-19 -o ya habrá su vacuna- y el único coronavirus que motivará serias discusiones será el de la cerveza.
Este artículo ha sido originariamente publicado en Sustentur y reproducido en Travindy con permiso del autor, Pedro Moncada: “El COVID-19 llegó en avión; ahora viaja en auto y camión”.