En el país Incaico existe una alternativa para que los ingresos derivados de las actividades turísticas queden en manos de la población local. La propuesta es “Casas del Perú” y se basa principalmente en una red de 30 casas que ofrecen servicio de alojamiento a la vez que se comparte el cotidiano de cada familia anfitriona.
Una de las “Casas del Perú”, en Cusco, se encuentra a unos 40 minutos de la plaza central, afuera de ese entorno de masificación turística que dificulta un poco la conexión con los residentes y sus costumbres. El simple hecho de visitar esa casa y su entorno, permite entender un poco mejor la realidad cotidiana de las familias cusqueñas. Allí me encontré con Melissa Cahuata, Natalia Hihui y Cedric Durand, integrantes de “Casas del Perú”.
“Somos un equipo pequeño, solo 6 personas. No aspiramos a trabajar en masa, sino que diseñamos viajes a medida, nos adaptamos al viajero. Para nosotros cada pasajero es único, diferente uno del otro”, comienza a explicarme Melissa de manera introductoria.
¿Cuándo empezó el proyecto y cuál es el principal servicio que ofrecen?
La idea del proyecto nació en la cabeza de Carlos Orihuela Gonzáles, en 2006, cuando formó parte de su tesis de maestría. Oficialmente él lo lanza en 2012 en Arequipa y recién en 2014 comienza a recibir los primeros turistas. Al inicio habían solo 9 casas y se trabajaba con voluntarios.
El alojamiento en las casas es el principal servicio de Casas del Perú. La mayoría de los anfitriones son personas mayores, sus hijos ya no viven en casa, entonces tienen una habitación libre. Ahora hay una red de 30 casas de familias. El viajero se queda a vivir con la familia, comparten su cotidiano con ellos. La idea es que el turista se sienta parte de la familia.
¿Dónde están las casas? ¿En qué ciudades?
Tenemos casas en Lima, Arequipa, en la región de Amazonas, Lambayeque, Cusco, Puno y el Valle Sagrado. No buscamos casas en lugares muy turísticos. Las personas dueñas de casas tienen una actividad propia ligada a su contexto, y queremos que se haga compartida con los turistas. Hay músicos, profesores, agricultores, cocineros, campesinos… Queremos revalorizar esas actividades que forman parte de nuestro patrimonio no material.
Además del alojamiento, ¿ofrecen otras actividades turísticas?
Si. Organizamos las excursiones más tradicionales pero también se trabaja con diferentes emprendimientos de comunidades locales. Como en el Valle de Calca y en Pisac (Valle sagrado). Allí los visitantes participan de actividades como el pastoreo de ovejas y la confección de tejidos, entre otras.
En Calca, por ejemplo, trabajamos junto a Valentín, un señor que se dedica a la producción de papa. Cuando el viajero llega a su casa, Valentín les habla de la variedad de papas, más de 80 que tiene en su chacra, y notamos que tiene un conocimiento tan profundo que es muy interesante escucharlo hablar. Ese conocimiento forma parte de una riqueza que muchas veces no es valorada. Además su casa está cerca del sitio arqueológico Ancasmarca, y de varias Colpas (reservorios Incas de alimento), que no están valorizadas. Él te guía y te lleva al sitio. Todo eso es lo que tratamos de revalorizar.
¿Qué perciben de las familias anfitrionas? ¿Les gusta compartir sus actividades con extranjeros?
Si, están contentas las familias. Les crea un ingreso económico directo. La mayoría son jubilados que ya no perciben salarios, entonces encuentran en el turismo un ingreso económico alternativo. Ese también es otro de nuestros objetivos, que el dinero que llega del turismo a Perú, se quede en familias de Perú. Además, aparte de lo económico, les genera una actividad en la que están ocupados. Ya no están preocupados por lo que van a hacer o por los hijos que se han ido de casa. El hecho de que reciban turistas en sus casas hace que las familias vean a los turistas como sus propios hijos.
Cusco, por ejemplo, es una de las ciudades más turísticas de Perú, sin embargo su población tiene altos índices de pobreza y desnutrición. No hay dudas que ingresos económicos en la región no es lo que falta. “Cuando hablas con la gente común y corriente de Cusco, te dicen: a mí del turismo no me llega nada, yo no gano nada del turismo”, me comenta Melissa.
Sin dudas, lo que hace falta es que al menos una parte de esos ingresos llegue, de alguna forma, a los hogares cusqueños. Luego de una charla telefónica con Carlos, me queda claro que una opción es “Casas del Perú”, cuyo lema sintetiza muy bien su visión: “No hay turismo sin patrimonio, y no hay patrimonio sin habitantes, por lo tanto, el turismo debe beneficiar directamente a los habitantes”.
Ojalá hubieran muchos más emprendedores con ese pensamiento y trabajando en consecuencia…
Si quieres saber más sobre Casas del Perú y cómo originó este proyecto, te invitamos a escuchar el podcast con Carlos Orihuela en este enlace.