La accesibilidad universal y el derecho a disfrutar de nuestro ocio y tiempo libre ve mermada su libertad, sobre todo cuando hablamos de entornos naturales. ¿No es el turismo una práctica social? ¿y los espacios naturales un patrimonio de todos? Olvidamos que el principio de inclusión debe dejar de ser algo meramente conceptual para ser algo exigible y necesario en uno de los sectores productivos más importantes a nivel mundial.
Sin embargo, seguimos partiendo de la idea errónea del “hombre estándar” a la hora de diseñar servicios o ejecutar acciones que fomenten el turismo. Las principales limitaciones a las que se enfrenta el sector y el potencial viajero en entornos naturales son principalmente la falta de itinerarios accesibles, la carencia de un mobiliario urbano adecuado y la escasa adaptación de la información y comunicación sensorial.
No obstante, el arte de convivir se hace palpable en algunos destinos a través no solo de los entes gestores. La iniciativa privada y los esfuerzos que el tejido asociativo como PREDIF o Fundación ONCE (entre otros muchos) han realizado durante los últimos años han sumado innovación y progreso en turismo de naturaleza. La accesibilidad a los servicios turísticos no son solo sinónimo de coexistencia e igualdad de oportunidades de acceso a la información y recreación. El turismo accesible es una herramienta para garantizar la calidad y excelencia turística en los lugares que se visita o en las experiencias que se disfrutan, sin duda una oportunidad de negocio para muchos que representan a día de hoy a pocos.
¿Crees que es posible el turismo accesible a 1350 metros de altitud? Este es el caso de Huesca en el Alto de Bonansa y su programa de senderos accesibles, donde tocar, oler y escuchar la naturaleza es posible. Muchos se preguntarán ¿cómo es posible? Sencillo, salvando los problemas de movilidad y desplazamiento para empezar. Incluyendo información al visitante que sea perceptible, comunicando al viajero la información necesaria de forma eficaz, dejando a un lado las condiciones ambientales o las capacidades sensoriales del usuario. Y por último, adaptando el espacio para que el turista forme parte de esa naturaleza, sin importar el tamaño corporal, su postura, movilidad o tipología de discapacidad.
Así discurre el itinerario que finaliza en el Mirador de Isábena, un claro ejemplo de que la naturaleza puede ser accesible para todos. De inicio a fin de la ruta, encontraremos áreas de descanso con altura y medidas que posibilitan que tanto una persona en silla de ruedas como una persona con una lesión temporal puedan hacer un alto en el camino. Las rutas accesibles que presenta este destino, discurren por una amalgama de paneles informativos innovadores que comunican, interpretan y respetan la naturaleza. Paneles claros y sencillos, en braille y utilizando técnicas que posibilitan experiencias sensoriales para el viajero. Se reduce notablemente el esfuerzo físico, se posibilita un uso sencillo y equitativo de los recursos naturales, que además cubren la variedad de preferencias y capacidades individuales.
No se trata solo de aplicar planes de accesibilidad a los destinos, sino de incorporar a personas que desarrollen programas de ocio pensados de una forma inclusiva. Sin duda el binomio turismo accesible y turismo de naturaleza sigue siendo uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector turístico a nivel internacional. Un indicador para empresas y destinos de competitividad que muchos parecen olvidar. Y es que, la discapacidad no es entendida como una necesidad de todos en el sector turístico, aún se necesita invertir esfuerzos en paliar las enormes barreras actitudinales por parte de nuestra sociedad.
Este artículo forma parte de nuestra campaña sobre turismo accesible #Tourism4all. No dudes en ponerte en contacto con nosotros si te gustaría escribir sobre el tema.