El turismo ha sido uno de los pilares económicos de España desde los años sesenta del siglo pasado. El confinamiento y el cierre de fronteras de los dos últimos meses han hecho perder más de 40.000 millones de euros a los actores empresariales del sector. Millones de trabajadores se encuentran por ello en situación de desempleo, vinculados a ERTEs o, simplemente, no han sido contratados en la nueva campaña de verano que ya debería haber comenzado.
El turismo ha sido, también, un sector de aroma sulfuroso para muchos. Se le ha acusado de constituir la columna vertebral de un modelo productivo basado en el trabajo barato, la precariedad y la baja cualificación, que ha impedido, con su ubicuidad, el despliegue de actividades emprendedoras de alto valor añadido, basadas en el conocimiento, que hubieran permitido la reindustrialización del país. Además, los efectos sociales y ambientales de las actividades dominantes en nuestro modelo turístico (sol y playa, y precios bajos) han sido también criticados ampliamente: la degradación de los barrios por la expansión de los alojamientos turísticos, el estrés hídrico inducido en zonas de costa o la destrucción del litoral y los espacios naturales.
El monocultivo del turismo, como cualquier monocultivo, se ha mostrado como una gran debilidad en el marco de la crisis social provocada por la pandemia del Covid-19. Gran parte del PIB español, y del empleo en el país, está en peligro, si el turismo no se logra reactivar en lo que queda de año. Un cambio de modelo productivo se impone, pero lo hace en el peor momento, cuando la abultada deuda pública, el elevado desempleo y la crisis social y sanitaria en curso, hacen temblar al conjunto de la estructura productiva.
Pero el cambio de modelo económico, a su vez, precisa también de la estabilidad y los ingresos que ofrece el turismo. Pasar de una España de monocultivo, de turismo y burbujas inmobiliarias, a una economía diversificada, industrializada y centrada en actividades de alto valor añadido, presupone, no la aniquilación del sector turístico en medio del abismo y la explosión del desempleo, sino su radical transformación. Su conversión en un sector cualificado, ambientalmente sostenible y laboralmente estable. Sin precariedad y altamente profesionalizado. Centrado en actividades natural y socialmente responsables. Basado menos en la oferta de “sol y playa, y precios bajos”, y más en el respeto a la riqueza cultural de nuestro pueblo y en las amplias posibilidades del turismo de compras y la tecnología compatible con una ambiciosa transición ecológica.
Decrecer el turismo (no va a haber más remedio), pues, puede ser una oportunidad para que crezcan otras cosas y se pueda ensayar un nuevo modelo productivo. Pero, al mismo tiempo, para hacer el sector turístico más complejo, más integrado, más cualificado, más fuerte. Otro turismo con otra relación con el medio natural y con la realidad social que lo circunda.
Un ejemplo de esas distintas formas de viajar y ver el mundo, nos lo presenta Tumaini, una asociación que organiza viajes para conectar a personas solidarias con proyectos de desarrollo local del Sur global. Tumaini organiza viajes que define en su web como: “experiencias transformadoras que fomentan el intercambio, potencian el aprendizaje y sensibilizan sobre problemáticas sociales y medioambientales.” Mónica Herreras, fundadora de la entidad nos cuenta que:
“Medimos y compensamos las emisiones de CO2 que se derivan de los viajes que organizamos. También hacemos mucho hincapié en la formación medioambiental, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La situación actual es bastante preocupante. Todo está parado. Pero en el caso de los proyectos de desarrollo social de los países del Sur con los que trabajamos todo es mucho más dramático: hay carencia de alimentos. Hemos tenido que enviarles productos básicos de higiene y comida.”
El cambio de modelo productivo va a ser obligado, si no queremos convertirnos en otra economía fallida del Sur global. La urgencia del cambio sopla como un vendaval desbocado, en estos tiempos de pandemia. Pero el cambio precisa tiempo y políticas decididas de fomento y construcción de una economía diferente (sostenible, cooperativa, social y participativa). Mientras peleamos por el cambio, no debemos desdeñar que millones de nuestros compatriotas necesitan tener un empleo, llevar algo que comer a su mesa.
El turismo ha sido visto, en nuestro país, como la panacea o como más diabólico de los límites, como la fuente de toda la riqueza o como el origen de todos los males. Llega la hora de verlo como un sector a transformar, para volverlo sostenible social y medioambientalmente, y a cuidar con responsabilidad, mientras conseguimos que el conjunto de nuestro mundo cambie de eje.
Este artículo es un resumen de la noticia original publicada por Diario 16: “El turismo en España. Necesidad de un cambio de eje”.