Ahora que el tema del coronavirus ha sido objeto de muchas reflexiones y considerado desde innumerables puntos de vista, ¿qué nos has enseñado? Francesco Guccini, famoso cantautor italiano, escribió: “No seremos mejores personas cuando volvamos a la normalidad. Los hombres no aprenden, olvidan”. ¿Es realmente así?
Una mirada hacia a la pandemia y sus consecuencias
Al principio, tuvimos que lidiar con una actitud superficial hacia el virus. Luego, a medida que se acercaba cada vez más hacia nuestras áreas geográficas y comenzaba a afectar la vida cotidiana de nuestras vidas, comenzamos a tener miedo por nosotros mismos, por nuestros seres queridos. El miedo sustituyó a la desconfianza; hasta que el cierre forzoso nos obligó a reprogramar totalmente toda nuestra vida. Cambiamos la relaciones más íntimamente personales y los lazos familiares. Incluso, buscamos una nueva forma de socializar con los amigos y, para aquellos que estaban solos, encontraron una nueva forma de lidiar con la soledad en el encierro y el distanciamiento social.
Vimos innumerables imágenes en la televisión, en Internet y en WhatsApp representando al mundo entero en una nueva, grandiosa, única y universal forma de vivir la vida. Mientras la vida humana estaba forzada a una clausura obligada, una vida secular más grande y poderosa que nosotros, finalmente salió a la luz reclamando la facultad de recuperar la posesión de lo que le pertenecía por derecho y deber: la naturaleza.
Hemos visto por primera vez en años, cielos azules, aguas claras, animales que salían a la calle, los colores de la naturaleza que se volvían cada vez más limpios y poderosos. Todos estábamos maravillados por esta explosión de la naturaleza en su forma de ser más obvia.
Esto nos ha recordado por enésima vez, lo pequeños e insignificantes que somos si la Madre Naturaleza ya estaba restaurando su orden biológico natural en solo dos meses de cierre forzado.
Reflexiones para aprender de lo sucedido
¿Cuántas veces nos hemos preguntado si la sustentabilidad realmente podría acompañar al poderoso motor económico de la sociedad moderna? ¿Cuántas veces nos hemos dicho durante el encierro: “La naturaleza es tan hermosa, pero tenemos que volver a trabajar, volar, conducir, viajar, consumir, usar, comerciar…”?
Parece que las dos actividades, la de “madre naturaleza” y la de “ser humano”, no pueden convivir pacíficamente en el único planeta en el que se nos permite vivir a ambos: la Tierra.
Parece que los seres humanos y la naturaleza no son capaces de convivir pacíficamente compartiendo respetuosamente los mismos ambientes. Más bien yo diría que el hombre es incapaz de respetar su espacio sin tener que usar, e incluso abusar, de lo que se le ha dado desde el nacimiento. Me recuerda una escena de la famosa película “Dirty dancing” mientras los dos protagonistas ensayan los pasos del mambo: “este es mi espacio y este es el tuyo; yo no entro en el tuyo y tú no entras en el mío”, creando así una equilibrada armonía de baile.
Llevamos años haciendo estas reflexiones. Sin embargo, con todas las tecnologías modernas que nos jactamos de poseer y con esa avanzada inteligencia artificial que presumimos haber logrado, todavía no somos capaces de encontrar un compromiso pacífico con la entidad más natural de siempre: nuestra casa. ¿Es realmente posible que todos los esfuerzos que estamos haciendo para salvaguardar nuestro planeta continúen inexorablemente dando un paso adelante y dos atrás ante una fuerza económica tan intrusiva? ¿Realmente tenemos que llegar al “punto sin retorno” para comenzar a tomar seriamente y rápidamente en consideración alternativas drásticas?
Me pregunto: si la publicidad tiene una función tan perfectamente persuasiva sobre la compra comercial de coches, perfumes, objetos, zapatos, bolsos o juguetes, -y lo podemos deducir del consumismo que arrecia nuestro planeta- ¿no podemos utilizar en la misma manera, la misma publicidad como fuente educativa al difundir cada vez más mensajes a favor del planeta y con conciencia ecológica? El mensaje de los medios tiene una impresionante capacidad sutil para grabarse en nuestra mente y dirigir nuestras elecciones de compra. ¿No podemos usar el mismo mensaje mental para comenzar a educar las conciencias civiles y eco-conscientes?