Arquitectos como activistas: Una carta de amor para aquellos que dan forma a nuestro mundo

Arquitectos como activistas: Una carta de amor para aquellos que dan forma a nuestro mundo

Tengo este extraño riesgo laboral en el que me enamoro un poco del grupo al que sirvo, incluso si el encuentro es breve, incluso aún, estoy descubriendo, si la interacción está separada por monitores y teclados dentro de las limitaciones del distanciamiento social. Así es cómo me encuentro pensando con nostalgia en aquellos que trabajan en el “entorno construido”: arquitectos, diseñadores de iluminación, arquitectos paisajistas, consultores de construcciones verdes, urbanistas. Aquellos que moldean los espacios en los que vivimos y trabajamos y amamos y jugamos. En mi enamoramiento inducido por el trabajo, mi mayor deseo siempre es que estas personas, y el mundo, los vean como yo: esenciales para este momento, excepcionalmente capaces de contribuir con algún aspecto vital de un mundo más estimulante.

Esta última cita fue extremadamente inocua: una invitación para hablar con un grupo del entorno construido durante 15 minutos a través de la plataforma Zoom. Eso fue todo. Ni siquiera fue algo exclusivo: había otros dos oradores en la llamada de una hora. Y a pesar de eso… aquí estoy. ¡Enamorada!

Quizá cuando vean lo que yo veo me daré a entender.

El encuentro inició como muchos otros. En mi ritual de cortejo común, compartí mi creencia de que todos los males de la sociedad se remontan a la cosmovisión dominante, que nos dice que todo en la vida funciona como una máquina. Dentro de esta historia, estamos separados de los demás y de la naturaleza. Existimos para competir y consumir. Y nuestro único propósito es la productividad y la rentabilidad. Producir por encima de todo… y a cualquier costo.

Esta perspectiva mecanicista ha moldeado cada aspecto de nuestras vidas, desde cómo aprendemos hasta lo que comemos y cómo cuidamos de nosotros mismos y de los demás. Y en todo esto, el entorno construido ha tenido un papel muy grande, con demasiada frecuencia canalizándonos hacia edificios cuadrados sin vida y lugares de trabajo tóxicos, llenos de cubículos y de un olor a sustancias químicas nocivas. Más allá de las cuatro paredes de nuestras estructuras, nos quedamos igualmente con paisajes de monocultivos agotados y lugares sin alma, lo que mi esposo llama los Estados Unidos de Genérica. Winston Churchill nos lo advirtió con su famosa frase: “damos forma a nuestros edificios y luego ellos nos dan forma a nosotros”.

Afortunadamente, como en muchas esferas de nuestras vidas, hay brotes de vida y esperanza que se asoman en esa escena estéril. Hay indicios de que está surgiendo una historia más alineada con la vida. Desde el entorno construido, estos son los ejemplos que compartí en aquella llamada por Zoom:

– Ya en la década de 1970, el visionario arquitecto Christopher Alexander señaló que “la visión mecanicista siempre nos hace perder lo esencial”. En múltiples obras, ha ofrecido orientación para permitir un mayor sentido y experiencia de vitalidad en nuestros espacios y lugares. “Todo el espacio y la materia, orgánica o inorgánica, tiene cierto grado de vida”, sugirió, “y la materia / espacio está más viva o menos viva según sea su estructura y disposición”.

– Más recientemente, Stephen Kellert, profesor de ecología social, fue pionero en el campo del diseño biofílico, una “arquitectura de vida” que promueve una mejor salud y bienestar mediante la creación de conexiones entre las personas y la naturaleza en el entorno construido. En 1993 escribió que esta conexión incluye “un anhelo humano de significado y satisfacción estética, intelectual, cognitiva e incluso espiritual”.

– Lanzado en 2006, Living Building Challenge es un programa de certificación internacional que consta de siete categorías: lugar, agua, energía, salud + felicidad, materiales, equidad y belleza. “El desafío es exitoso”, escribe el fundador Jason MacLennan, “porque satisface el anhelo del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro por el orden y los umbrales y la intuición del hemisferio derecho de nuestro cerebro de que el enfoque debe estar en nuestra relación y comprensión de toda la vida”.

– El campo del diseño y desarrollo regenerativo, más avanzado por el Grupo Regenesis en las últimas dos décadas, ve la arquitectura como “el proceso de construcción de la vida”. “[Los espacios construidos] disminuyen las condiciones de vida”, afirma el director de Regenesis, Bill Reed, “o [ellos] crean un marco positivo para el compromiso y las relaciones sobre las cuales la vida se construye y regenera”.

Cada una de estas filosofías y enfoques se alinea con mi propia comprensión de lo que se necesita y lo que está surgiendo en cada campo y cada sector de la sociedad. En mi obra, me refiero a él como la “capacidad de crecimiento”, la intención explícita y la práctica continua de crear las condiciones fértiles para que la vida prospere en todos los niveles: para los individuos, las organizaciones como ecosistemas, para la comunidad, para la biosfera.

Como sea que elija llamarlo, cada vez más de nosotros reconocemos que esta “intención y práctica” ya no es opcional, si es que alguna vez lo fue. Si no nos enfocamos claramente en permitir que la vida prospere, entonces continuaremos quedando catastróficamente por debajo de ese objetivo. Y hay muchas pruebas de nuestra precaria posición al respecto. Como digo en mi libro, The Age of Thrivability:

“Se espera que podamos avanzar de manera más intencional y rápida hacia las perspectivas más sabias y que honren la vida que caracterizan a la era emergente, para que podamos resolver nuestros problemas ambientales y sociales más apremiantes a tiempo para evitar lo impensable “.

Teniendo esto en cuenta, mi mensaje para aquellos en la llamada de Zoom, y para todos los que trabajan en el entorno construido, fue que el propósito explícito de su trabajo debe ser crear y cultivar las condiciones fértiles para que la vida prospere.

Y ciertamente, esta intención debe incluir materiales sostenibles, uso eficiente de los recursos y diseño físico inspirador.

Pero tu contribución (arquitectos, diseñadores), va mucho más allá de eso. Si damos forma a nuestros edificios y, luego, nos dan forma a nosotros, el punto de partida es cómo damos forma a la intención y el proceso de diseño. Y ahí radica el punto de influencia más potente. Aquí es donde comenzamos a ver que tienen un papel especial en toda la civilización humana. El arquitecto, el urbanista, el diseñador reúnen a las personas en una conversación comunitaria y creativa sobre lo que es importante, lo que es valioso, lo que es posible. Con cada proyecto, tenemos la oportunidad de invitar a las personas a reflexionar sobre cómo se relacionan entre sí y su lugar y su potencial colectivo. Estamos en condiciones de ayudar a las personas a verse a sí mismas y su historia, tal como es y cómo podría ser.

De hecho, tienes (tu, diseñador), el poder de dar forma a cada uno de nuestros proyectos como campo de práctica para un mundo más próspero. Como un dojo por la habilidad de discernir lo que genera más vitalidad, más energía, más capacidad de crecimiento. Como un tiempo y espacio dedicado a la práctica de administrar la vida, logrando que todos los involucrados sean más sabios y más nutridos, capaces y conectados.

Lo que compartí con el grupo de Zoom del entorno construido es que si queremos actuar como administradores de la vida, tenemos que saber lo que eso implica. Christopher Alexander advirtió que “primero debemos aprender a descubrir patrones que sean profundos y capaces de generar vida”. Basándome en los patrones que describió, junto con muchas otras disciplinas, descubrí que las organizaciones y las comunidades exhiben un conjunto básico de características comunes a todos los sistemas vivos, lo que considero como “principios de diseño universal de la vida”. Ya sea su cuerpo, una selva tropical, una organización o una comunidad, estas son las “condiciones fértiles” que deben cultivarse si el sistema vivo fuera a prosperar:

1. Partes divergentes: En cada sistema viviente, hay partes individuales, cada una con un impulso de autoexpresión y contribución.

2. Un patrón de relación: Las partes divergentes están conectadas y respaldadas en patrones de relaciones que responden entre sí y con el contexto.

3. Un todo convergente: Las partes divergentes se unen en relaciones para formar un todo convergente con características y capacidades nuevas y emergentes. En las comunidades humanas, la convergencia está habilitada y respaldada por un propósito e identidad en común, por una historia compartida, más poderosa cuando está arraigada en su lugar.

4. Autointegración: Todo el proceso es autoorganizado, animado y puesto en movimiento con elegancia por la chispa y el espíritu de la vida misma.

Cuando estas condiciones fértiles se cultivan de manera coherente, el resultado es una mayor vitalidad y capacidad, dentro del espacio y en la comunidad de personas conectadas a él. Como lo indicó Alexander: “Mientras más patrones de vida haya en un lugar (una habitación, un edificio o una ciudad), cuanto más cobra vida como un todo, más brilla, más tiene ese fuego autosuficiente, que es la calidad sin un nombre.”

Entonces, a medida que configuramos la intención y el proceso que conducen al diseño, a medida que elaboramos un proyecto como campo de práctica para un mundo más próspero, estos son los tipos de preguntas que podríamos hacernos como un medio para explorar esas cuatro condiciones fértiles:

1. ¿Qué más podría significar para cada uno de nosotros, individualmente, poder traer lo mejor de nosotros mismos? ¿Sentirse profundamente en casa en este lugar, en esta estructura, en este trabajo y en nuestros propios cuerpos? ¿Y qué podría apoyar eso?

2. ¿Qué más podría significar para nuestra infraestructura e interacciones que apoyar no solo el intercambio de información, la toma de decisiones, la acción efectiva y la confianza, sino también la diversión, el aprendizaje y la alegría? ¿Para nuestros patrones de pertenencia con colegas, clientes y comunidad que se infundan con un sentido de dedicación, seriedad, tal vez incluso lo sagrado? ¿Y qué podría apoyar eso?

3. ¿Qué estamos llamados a expresar y crear juntos, al servicio de la vida? ¿Qué más entendemos en este momento sobre la vocación o el propósito, la historia emergente y unificadora, que nos impulsa a una acción transformadora juntos, como ciudadanos, empleados, clientes, miembros de la comunidad en este lugar? ¿Cuál es la sabiduría que se necesita ahora?

4. ¿Qué le daría más vida a este proceso y este proyecto? ¿Cómo podemos ser inspirados, alimentados, renovados e incluso sorprendidos por la naturaleza, la belleza, el arte, la música, el movimiento y la celebración? ¿Cómo podemos permitir que la vida fluya a través de nosotros para que realmente podamos saborear esta experiencia de estar vivo?

Si queremos remodelar el mundo, el punto de partida es remodelar el propósito de nuestro trabajo, expandiéndolo para satisfacer las necesidades de este momento, cada uno a nuestra manera y dentro de nuestro propio contexto. Esta forma sutil de activismo requiere valor. Pero la situación que enfrentamos exige nada menos que eso. Necesitamos todas las manos cubierta la obra, y, aún más, todos los corazones.

Mi corazón está con ustedes…

Este artículo ha sido originariamente publicado en el blog de Michelle Holliday y reproducido en Travindy con permiso de la autora: “Arquitectos como activistas: Una carta de amor para aquellos que dan forma a nuestro mundo”. Agradecer la traducción del artículo por Victor Montero y Tilde Traducciones.

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