Es una imagen que cada vez se repite con más frecuencia: decenas, centenares e incluso miles de personas apelotonadas delante de una estatua, un edificio, un puente, un cuadro o un paisaje natural. La localización puede variar: desde Barcelona a Hong Kong pasando por Ámsterdam, Venecia, París o Reikiavik, pero hay algo que se mantiene constante: la saturación de turistas en un espacio determinado en el que además viven, o lo intentan, vecinos locales, con el consiguiente perjuicio para su calidad de vida y el deterioro del entorno.
Si bien el sobreturismo no es un problema reciente –en la década de los 70 y 80 ya existían estudios que alertaban de ello- sí que es ahora cuando se están empezando a plantear medidas reales que puedan aliviar la carga de visitantes que sufren algunos destinos vacacionales para garantizar y poner en práctica un turismo sostenible. Estas medidas no están enfocadas a desincentivar el turismo, sino a optimizar su gestión de una manera sostenible para beneficiar al visitante, al residente y al entorno.
En caso de Barcelona, el Ayuntamiento ha prohibido la construcción de nuevos hoteles en el centro y ha habilitado una línea de autobuses turísticos a las playas, a la vez que ha puesto el foco sobre los pisos de alquiler no regulados, sancionando y cerrando muchos de ellos.
En Venecia, una ciudad que desde 1950 ha perdido 100.000 habitantes y recibe 20 millones de habitantes al año, se han habilitado controles de acceso para desincentivar la visita de turistas al centro cuando este esté lleno. Además, los famosos barcos vaporetto que recorren los canales darán preferencia de uso a los residentes.
En Ámsterdam han centrado sus esfuerzos en los pisos de alquiler, limitando el tiempo de estancia y prohibiendo la construcción de nuevos hoteles desde 2005. Por otro lado, para evitar las aglomeraciones en la vía pública, cada guía turístico puede atender a la vez a 20 personas en lugar de las 60 que podían atender hasta ahora.
Brujas, por su parte, es un ejemplo de convivencia armoniosa tras implantar una serie de medidas de turismo sostenible. No está permitido hacer fiestas en la calle y los autobuses turísticos no pueden acceder al centro de la ciudad, donde también está limitado el uso de patinetes y taxis turísticos para permitir que sus 100.000 habitantes no se vean incomodados por los ocho millones de visitantes anuales.
Berlín también está sufriendo los estragos de la masificación del sobreturismo y el popular barrio de Kreuzberg ha prohibido arrastrar maletas con ruedas para que el traqueteo no moleste a los vecinos, a la vez que ha limitado el número de alquileres de pisos privados bajo fuertes sanciones económicas.
Este artículo es un resumen de la noticia original publicada por Sostenibilidad.com: “Cómo combatir el sobreturismo”.