El movimiento neo-zapatista de Chiapas, México, atrae una importante cantidad de personas de distintas partes del planeta que se desvelan por conocer sus municipios autónomos y sus centros administrativos (caracoles). Desde el propio movimiento invitan, a su manera, a visitarles y con su alegre rebeldía reivindican la ¿industria? de la hospitalidad. Pero entonces, ¿es posible hablar de un turismo neo-zapastista? Y en tal caso, ¿Qué tipo de turismo es?
“Agradecemos las visitas que recibimos de todo el mundo. Queremos que se compartan diferentes experiencias. Por esto nuestras puertas están abiertas para todos y todas aquellas que con respeto quieran visitarnos”. (Junta de Buen Gobierno, Caracol IV Morelia, 2018)
La máxima manifestación turística con la que se relaciona el movimiento que deriva del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es la visita al Caracol Oventik. Este centro administrativo es el más cercano a la ciudad históricamente turística San Cristóbal de las Casas y por eso es el que más se visita.
Se recomienda que toda persona que quiera visitar algún caracol zapatista se registre en la oficina del CIDE en San Cristóbal. De todas formas, si no lo hace, será también bienvenido/a. Para llegar a Oventik se puede tomar un taxi-colectivo desde San Cristóbal y lo dejan justo frente al ingreso. Una vez allí los guardias piden los datos y te designan un/a “guía” que te acompañará durante el recorrido por el Caracol. No cobran absolutamente nada por el ingreso. Adentro hay tiendas donde se pueden comprar remeras, agendas, buzos, zapatos, imanes, afiches…
Sin lugar a dudas, esta es una actividad turística gestionada por el movimiento neo-zapatista. Aunque desde el movimiento no le llamen turismo, lo es. El tema es que es otro turismo, totalmente distinto al que predomina en el sistema mundial. Y es otro porque su concepción es muy diferente.
El Neo-Zapatismo no ve al turismo como una actividad netamente económica o como un negocio, -aunque exista un ingreso derivado de esta actividad por la compra de diferentes artículos elaborados por cooperativas zapatistas-, sino que lo ve como un hecho de intercambio socio-político-cultural. Amablemente abren sus portones rojos y negros y reciben con gusto a quienes muestran interés en conocer el movimiento y compartir experiencias. Tan simple y humano como eso. Sin enredos políticos ni estrategias de mercado para vender más. Es el turismo en su estado más puro y transparente. Tan así que pareciera no serlo.
Los eventos políticos organizados por el movimiento son también manifestaciones turísticas importantes, además de culturales por supuesto. Movilizan un importante flujo de personas que se trasladan desde diferentes países para confluir en un sitio en particular. El “Encuentro de las Mujeres que luchan” y el “Festival CompARTE por la Humanidad” son ejemplos del tipo de turismo que se desarrolla alrededor del EZLN y sus bases ciudadanas de apoyo.
En este caso, militantes de todo el mundo llegan hasta el Caracol designado y, además de asistir a talleres y charlas de formación política, conocen las instalaciones zapatistas, sus murales y alrededores. Conocen algunos municipios autónomos y su gente, sus tradiciones, sus bailes, sus vestimentas y sus comidas. Esto también es turismo. Pero como dije antes, está tan alejado del sistema dominante, y por lo tanto es tan sano, que pareciera no serlo.
Si cualquier persona se acerca con respeto y humildad a cualquier caracol y/o municipio los y las zapatistas estarán encantadas de recibirles, mostrarles sus murales y compartirles su estilo de vida. Lógicamente toman recaudos porque la situación de hostigamiento a la que están sometidas por el gobierno federal así lo requiere. Pero que no se dude de la hospitalidad del movimiento neo-zapatista. Es única. Como es único su turismo. Ese Otro Turismo.
Tal vez demasiado otro como para llamarlo turismo. Pero creo que todavía estamos a tiempo de salvar ese turismo dominante que mucho destruye y poco construye. Ese otro turismo, el de los y las neo-zapatistas, es en realidad la esencia más pura y limpia que en algún lugar de este turismo opresor y depredador existe.
Seguramente está muy en el fondo, pero hay que buscarlo. Como el arqueólogo rastrea, excava y después limpia con su pincel los restos encontrados, así los y las profesionales (y quienes trabajamos) en turismo debemos encontrar y luego desempolvar ese otro turismo, el que gestionado desde abajo y colectivamente sea capaz de contribuir con el entendimiento entre los pueblos y luchar contra el hambre y la pobreza del mundo.