Hace tiempo que vengo preguntándome cómo poder integrar verdaderamente las 17 metas de desarrollo sostenible de la ONU a la actividad turística. En especial las metas que tienen que ver con los ecosistemas y la naturaleza, para poder llevar a cabo un turismo que deja la menor huella negativa.
La meta de desarrollo sostenible que quiero abordar desde el turismo científico es la número 16: Vida en la Tierra, que no es otra cosa que mejorar las condiciones ambientales para permitir que la biodiversidad de una zona o región se favorezca. No sólo que no desaparezca, sino que aumente, se regenere, e inclusive reintroduzca especies que anteriormente habitaban un territorio, y que han sido desplazadas por diferentes factores.
¿Qué es el Turismo Científico?
El turismo científico es una tipología que propone involucrar activamente a los visitantes en actividades de ciencia ciudadana más o menos especializada. Brindando así, una experiencia inmersiva y que al mismo tiempo apoya la consecución o avance de objetivos particulares de una investigación científica, pero sin que el visitante sea un académico o investigador profesional.
Para llevar a cabo una experiencia satisfactoria y provechosa de turismo científico, debemos integrar nuevos jugadores a la cadena de valor del turismo. Por ejemplo, si estamos en un desierto donde podemos encontrar fósiles, se pueden vincular los pequeños museos locales y a los expertos que trabajan en el lugar para que nos aporten aún más valor a la experiencia. De esta forma, se facilita la oportunidad para que nuestros visitantes puedan usar las herramientas y de forma asistida, desenterrar el pasado por ellos mismos.
¿Dónde se puede llevar a cabo el Turismo Científico?
El turismo científico no está reservado sólo para lugares remotos. Si estamos en una ciudad grande como Bogotá, que cuenta con un bosque a su margen oriental, allí podremos conocer las diferentes especies de plantas y narrar los cambios del paisaje y de transformación de la ciudad. Todo esto se puede lograr desde una perspectiva del ecoturismo tradicional, pero también se puede abordar desde la singularidad que nos ofrece el turismo científico.
Y es que en el bosque oriental de Bogotá hemos encontrado una serie de flores muy particulares y representativas de Colombia, las orquídeas, una de ellas incluso es la flor nacional. Debido a presiones por la extracción de recursos naturales décadas atrás y la introducción de plantas foráneas, su población en este bosque es reducida. Es allí donde la ciencia entra en escena para reintroducir las especies que se han identificado, y de la mano de botánicos generar una experiencia inmersiva al turista. Se abarcan actividades tan variadas como el mapeo de las zonas con GPS, o mapas en papel previamente preparados por los guías, hasta asistir en la recolección de semillas, y la siembra. De esta manera los operadores turísticos y los visitantes aportan en el mejoramiento del índice de biodiversidad de la ciudad.
En conclusión, la aplicación de una de las metas de desarrollo sostenible a través del turismo científico, permite que la empresa de turismo sea innovadora y ofrezca productos o atractivos diferenciales. Adicionalmente, ayuda a conservar de manera muy activa el entorno natural, promoviendo valores como la educación ambiental, el respeto de los visitantes a la comunidad que los recibe y la cooperación. Es allí donde el turismo se vuelve deseable porque genera beneficios no sólo a nivel económico, sino en los aspectos sociales y ecológicos de la sostenibilidad del destino.
Uriel Alejandro Moreno es Gerente General de Kybernetes Scientific Tourism, en Colombia.