Los Gases de efecto invernadero (en adelante GEI) permiten que la radiación solar penetre hasta la superficie terrestre y atrapan la radiación infrarroja ascendente emitida por la Tierra, que de otro modo escaparía al espacio. Se genera así el “efecto invernadero”, por analogía a lo que ocurre en los cultivos que dejan pasar la luz a través del vidrio o el plástico y retienen el calor.
Son por tanto los responsables del aumento progresivo de la temperatura (Cambio Climático) y afectan a la calidad del aire que respiramos, dentro y fuera de los edificios.
Las emisiones se producen por causas naturales y por causas antropogénicas (actividad humana). La naturaleza emite mucho más C02 que nosotros, pero también lo absorbe y, como va quedando cada vez más claro, es la actividad humana de los últimos 120 años la que está alterando los ecosistemas, aumentando exponencialmente las emisiones humanas y disminuyendo progresivamente la capacidad de la naturaleza para absorber unas y otras.
El C02 es ciertamente el más relevante; representa el 79% de las emisiones en España (2014) y en el municipio de Madrid llega hasta el 99,7%, pero las emisiones se producen en sectores tan variopintos como la ganadería, la extracción de esencias naturales para usos cosméticos, el mantenimiento negligente de sistemas de aire acondicionado o la producción de ácido cítrico para conservar alimentos.