Turismo urbano-cultural, congresual, de grandes eventos, en el que la turismofobia parece abrirse paso de mano, en parte, de una economía colaborativa que ha hecho incrementarse en un 16335% las plazas de alojamiento en viviendas, frente al 20% en establecimientos hoteleros.
Son fondos de inversión los que están comprando centenares de pisos para destinarlos a alojamientos. Son empresas de cruceros del todo incluido las que en tantos casos se están llevando los turistas al agua dejando en las ciudades sus basuras y apenas ingresos económicos. Son tasas turísticas indiscriminadas. Son trabas de la burocracia -mejor decir burrocracia– que en ciudades como Barcelona han impedido a lo largo de dos años la apertura de un nuevo establecimiento hotelero pese a cumplir con toda la normativa. Son causas para esa turismofobia respecto a la que los profesionales del turismo imploran ¡ayúdennos a proteger lo que tanto nos ha costado construir!
Teniendo en cuenta las previsiones que indican que en 2050 se duplicará la población urbana en las grandes ciudades, el reto turístico no puede ser el de competir en volumen haciendo de esta una industria reprobable en lugar de deseable.
Este artículo es un resumen de la noticia original publicada por Crónica Global: “Turismofobia o la inquietud ante el sino de la economía colaborativa”.