Este título, que refleja una situación de estar al borde de la muerte o de la extinción, bien podría ir acompañado de dos imágenes. La primera imagen posible sería la de una persona muy mayor con un semblante triste y apagado y al fondo una zona rural en grave proceso de abandono, con sus campos descuidados, casas cayendo y comenzando a colonizarse por flora oportunista y en el que no podamos identificar su patrimonio etnográfico. En contrapartida a esta situación, podríamos poner una imagen de una persona muy joven invitándonos a un núcleo de turismo rural que se apreciaría al fondo. En esta imagen veríamos reconstrucciones de hoteles en los que no mantienen su arquitectura tradicional, y los campos son jardines botánicos, y podríamos ver, incluso, razas de ganado autóctono a modo de zoológico para los turistas. Estas “hipotéticas” imágenes existen. Son totalmente reales.
En este artículo no se va a hablar de ocupaciones, aunque bien es verdad que está muy relacionado con ello. Para comenzar debemos preguntarnos qué buscamos cuando elegimos una zona rural para pasar unas vacaciones o unos días de descanso. Qué esperamos encontrar allí. Es cierto que, ocasionalmente, buscamos simplemente descanso y desconexión, o unos días con amigos y familiares en una zona aislada donde no molestemos a nadie. Pero estas situaciones son menos frecuentes de lo que nos imaginamos. La realidad es que cuando realizamos una escapada a una zona rural esperamos encontrar esto mismo: encanto rural y naturaleza. Y, para ser sinceros, es que el medio rural también agoniza, con lo cual, el turismo rural se encuentra en plena decadencia.
Las zonas rurales son los territorios que mayor declive han sufrido a lo largo de la historia, así como una gran influencia urbana. Esto ha desencadenado que no se conserven las tradiciones ni tan siquiera la gastronomía, introduciendo otras costumbres de otros entornos con el fin de agradar a los turistas. Estas áreas han perdido su identidad, y ello es completamente incompatible con un modelo de desarrollo turístico sostenible. Lo que más perjudicado ha resultado de esta pérdida de identidad ha sido la gastronomía local y, como consecuencia, el producto autóctono. Analizar la carta de restaurantes ubicados en núcleos de turismo rural es todo un ejercicio de lo que se podría llamar “ecología turística”. La mayor parte de los platos corresponden con las recetas más famosas de España. Si, a veces pueden coincidir con el territorio o la región en la que nos encontramos, pero otras veces, incluso, encontramos platos típicos que ni son españoles.
“Lo que más perjudicado ha resultado de esta pérdida de identidad ha sido la gastronomía local y, como consecuencia, el producto autóctono”.
Esto, ni es ejemplo de desarrollo local o económico para la zona, ni es un modelo de desarrollo turístico responsable. Los empresarios que gestionan este tipo de negocios, así como los agentes turísticos locales y regionales, deben tener en cuenta una cuestión, que sigue pasando muy desapercibida. Si se sigue despreciando e infravalorando nuestra tradición y nuestra cultura, entonces, lo único que tendremos serán territorios que son destinos turísticos copiados unos de otros. No habrá innovación, no habrá actividades que puedan desarrollar los viajeros, no se podrán empapar de la cultura local. No importará el lugar que visitemos, ya que será lo mismo ir al Norte que al Sur o al Este que al Sureste. Lo único que cambiará será el paisaje, pero no podremos ofrecer nada nuestro a los visitantes, y debido a esto, tampoco podremos diferenciarnos para atraer nuevos turistas. Por supuesto, tampoco será un Turismo Sostenible.