Alberto Uría es un apasionado del medio rural asturiano y de sus abejas. Tanto que además de producir una deliciosa miel, va un paso más allá para involucrar al visitante en su región a convertirse en apicultor por un día. En esta entrevista, Verónica Álvarez habla con Alberto para conocer su punto de vista sobre el turismo sostenible en Asturias y los retos a los que se enfrenta como emprendedor en el medio rural.
Verónica: ¿Cuál es el motivo que te llevó a emprender en el medio rural?
Alberto: Por un parte, era tratar de vivir en el medio rural. Por otra, intentar volver a los orígenes para buscar, otra vez, la naturaleza de las cosas. Es algo muy básico. En mi casa toda la vida se produjo miel. Mi tío tuvo un problema de salud que le obligó a dejar las colmenas. Cuando se acabó la miel de casa que teníamos, tuve que comprar, y cómo lo que compré no me gustó, me creí capaz de hacer algo mejor de lo que se vendía. Además, las abejas siempre fueron un animal por el que sentía pasión. Era la excusa perfecta para poder volver al pueblo, convivir en sintonía con la naturaleza e intentar vivir de forma tranquila.
Verónica: ¿Cuáles son los mayores problemas a los que te has enfrentado para iniciar tu actividad y a lo largo de estos años que llevas trabajando? ¿Tienes apoyo de la administración pública?
Alberto: Hay un problema muy grave en lo relativo a cómo están planteadas las subvenciones. Normalmente las ayudas económicas están diseñadas para gente que ya tiene dinero o que está dispuesta a ofrecer avales bancarios o hipotecarse. Por lo que si no quieres (o no puedes) realizar una gran inversión inicial, y no te quieres hipotecar, no te dan ningún tipo de ayuda económica. De todas maneras, el mayor problema que yo me encontré fue el desconocimiento del consumidor, por lo menos en mi campo. La gente entiende que miel es cualquier cosa dulce y líquida, y no es así. Esto no te facilita las cosas cuando quieres apostar por trabajar de forma natural, o de forma sostenible, pensando en el bienestar del animal. Esto, más bien, te dificulta las cosas porque no eres competitivo. No te conoce nadie, estás empezando, y el problema es que en nuestra sociedad no existe la igualdad de oportunidades.
Ese es el mayor problema que yo me encontré: tener una apuesta decidida, arriesgada, diferente, que implicaba educar o reeducar al consumidor con falta de apoyo administrativo. La administración pública, bajo mi punto de vista, debería velar sólo por lo natural y estrictamente necesario, o sea por las cosas que realmente fueran sostenibles y rentables por sí mismas. Los organismos públicos, con los numerosos técnicos públicos que existen, debería mirar la viabilidad económica de cada proyecto o iniciativa, si lo único que se quiere medir es la viabilidad económica. Creo que deberíamos caminar hacia una sociedad en la que primarán más los valores, los ideales, la cultura tradicional, el respeto por nuestras razas autóctonas, así como nuestra forma primitiva de trabajar, que por una rentabilidad económica por sí misma.
Verónica: ¿Qué diferencia tu miel de otros proyectos similares en materia de sostenibilidad?
Alberto: No puedo decir que soy mejor que los demás, sino que prefiero contar a lo que yo me dedico. Yo lo ligo todo al territorio. Yo creo en un sistema, o en una forma de producir miel o productos derivados de la miel, totalmente natural, y ello implica cosas positivas y cosas negativas. Implica una menor producción, pero de mayor calidad. Implica un mayor arraigo cultural, porque produces siempre en el mismo valle y adquieres un conocimiento exhaustivo de la flora, y puedes garantizar una excelente calidad ambiental. Aunque la miel asturiana no tenga ningún tipo de certificación o sellos de calidad, la certificación es mi marca. Al consumidor le puede gustar más o menos mi miel. Le puede resultar muy fuerte o poco fuerte. Le puede gustar el sabor o no. Pero tengo unas máximas innegociables, que son mis líneas rojas que se centran en no alimentar a mis colmenas, bajo ningún concepto y practicar una apicultura estante para favorecer la polinización de toda la cobertura vegetal que me rodea, estresando menos al animal y garantizando su bienestar.
“Deberíamos caminar hacia una sociedad en la que primarán más los valores, los ideales, la cultura tradicional, el respeto por nuestras razas autóctonas, así como nuestra forma primitiva de trabajar, que por una rentabilidad económica por sí misma.”
Por otra parte, en los 8 años que me llevo dedicando a la apicultura nunca he vendido ni un solo gramo de miel que no saliera de uno de mis colmenares. Nunca jamás. Estos 3 principios básicos hacen que yo controle totalmente la calidad del producto final, y mi marca de calidad. Yo trabajo así y no voy a entrar a valorar cómo trabajan los demás. Yo creo que al final, ya que no tenemos una Indicación Geográfica Protegida, la IGP debe ser nuestra propia marca de calidad. Si te dedicas a comprar y revender, lo que vas a tener son calidades diferentes. Es la única forma de poder posicionarte en el mercado siendo pequeño. Yo lo hago a través de mis valores, así como con los proyectos de conservación y de recuperación de hábitats que desarrollo. El mensaje tarda en llegar a la población, pero al final llega. Es una vuelta a los productos de autor, y a que el consumidor quiera “la miel de Alberto”.
Verónica: ¿Cuál crees que es el futuro del Turismo Sostenible en el medio rural Asturiano?
Alberto: No soy un gran conocedor ni dominador del tema. Yo no soy un turista, sino que me considero un viajero pero en cuanto al futuro del turismo, no lo tengo muy claro. Hay territorios saturados, y otras zonas maravillosas en las que no hay nadie. Yo creo que si lo que estamos buscando es un turismo responsable, debemos hacer, por lo menos, un turismo ordenado. No tiene ningún sentido que tengamos el 90% del turismo concentrado en 5 zonas de Asturias, y el resto totalmente despobladas. Debemos volver a los productos de autor, y poder descubrir las historias que hay detrás de cada proyecto o territorio que visitamos.
La gente está viviendo en las ciudades y deja la llave de la casa rural con el vecino por lo que cuando llega el visitante coge la llave y todo se convierte en un ‘búscate la vida’. Nadie te enseña el lugar, nadie te enseña el entorno o el destino, nadie te enseña nada de la cultura. La gente vive del turismo y sabe que hoy estás tú y que mañana van a llegar otros. Al final no aprendes ni descubres nada. Debemos volver al origen de las casas rurales, y del turismo rural tal y cómo empezó, porque ahora está completamente pervertido.
Verónica: ¿Qué consejos le darías a una persona que quiere emprender en tu sector?
Alberto: El consejo que le doy a todo el mundo es el del libre pensamiento. Yo creo que lo que debe hacer cada persona es ser consecuente consigo mismo, tener una idea y defenderla. Hay que tener muy claro lo que se quiere hacer, y lo que no se está dispuesto a hacer bajo ningún concepto. Si tú decides, por ejemplo, producir mantequilla de leche de vaca de raza casina, en una zona de alta montaña, debes tener claras las líneas rojas que nunca vas a cruzar. Tratar de no comprar jamás en la vida nada que no es tuyo, y que seas honesto contigo mismo. Si realmente haces bien y con cariño las cosas, no es tan importante que te quieras dedicar a producir garbanzos o lechugas, eso es lo de menos. Yo animaría a la gente a que empiece a medir las cosas, sobre todo, en convicciones, más que en dinero. A la larga los valores y los ideales también te alimentan, y aunque ganes menos dinero, cuando estás orgulloso de cómo haces las cosas, eres feliz.
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