El mes pasado, durante mi ultimo viaje a Malasia, tuve la oportunidad de visitar Eccoteer, una organización sin ánimo de lucro que realiza diferentes proyectos de conservación de la biodiversidad en las Islas Perherntian. Anteriormente ya había escrito otros artículos sobre estas impresionantes islas aquí y aquí, pero fue cuando compartí este mismo artículo en Facebook, que recibí algunos comentarios que aludían a la incoherencia entre viajar en avión (y generar emisiones de CO2) al mismo tiempo que practicaba turismo sostenible.
Sobre la mesa del turismos sostenible, los viajes en avión han sido siempre objeto de debate: el impacto ambiental es mayor que los beneficios que se producen en la población local. Por supuesto que mi postura ante esta disyuntiva está lejos de ser neutral. En primer lugar, viajar es una parte esencial de mi trabajo – ¿en qué lugar queda la consultoría turística si tenemos que dejar de viajar en avión o en coche al destino? En segundo lugar, descubrir nuevas culturas, escalar montañas y aprender de los demás son algunas de mis pasiones y he de decir que me han reportado mucho durante todo este tiempo.
No obstante, y siguiendo con el objeto del debate, he de posicionarme. La coherencia y honestinad en mis actuaciones, así como mis esfuerzos en pro de un turismo sostenible a nivel personal y professional, deben converger.
Para responder con solvencia a esta aparente incongruencia, es importante que separemos dos hechos de similares consecuencias:
- El cambio climatico, debería empujarnos a reducir la huella ecológica que nosotros mismos generamos.
- Los limitados recursos de nuestro planeta, lo cual tendrá un impacto directo en el suministro de combustible a los aviones, y por tanto constituyen un factor limitante.
Me centraré en el primer concepto “cambio climático”, ya que, el hecho de que los recursos sean limitados y que esto suponga un factor limitante es incuestionable: es difícil a día de hoy y posiblemente en los próximos 10 años, que un avión pueda volar sin combustible.
Aún así, el avión llamado Solar Impulse (Propulsión Solar), está terminando ahora su tour mundial sin haber utilizado una gota de combustible. Elon Musk se esfuerza en encontrar soluciones innovadoras relacionadas con la energía electro-solar, y promueve singulares proyectos relacionados con el sector transportes como Hyperloop, un medio de transporte que podrá transportar personas desde Madrid a Barcelona en media hora usando tubos presurizados y únicamente energías renovables:
[embedyt] http://www.youtube.com/watch?v=_eX46yGAti8[/embedyt]
Es posible que el futuro esté lleno de este tipo de iniciativas que mejorarán la movilidad:
https://youtu.be/pC_IjqYYf4o
El impacto sobre el cambio climático
Tras la Conferencia Anual COP21, el Acuerdo de París fue aprobado bajo un absoluto consenso. Sorprendentemente, el transporte aéreo y la industria del turismo apenas fueron nombrados en este debate, a pesar de que la industria de los viajes es responsable del 5% de las emisiones globales de CO2.
Si todos los sectores económicos trabajaran en reducir su huella ecológica, se esperaría que el sector turístico hiciera lo mismo, lo que en este sector se traduciría en una reducción del tráfico aéreo. Sin embargo, este no es el caso. En los últimos años, los viajes en avión han pasado de representar un 3% a un 5% del total de viajes realizados. Los avances tecnológicos que logren reducir los impactos negativos en el medio ambiente producidos por la utilización del avión y que por tanto logren reducir el consumo de combustible, tan solo representan un 1%. Se hace evidente la brecha producida por la relación entre la frecuencia de los viajes y los avances en la tecnología que reduzca los impactos negativos en la atmósfera. A ello se suma que la Organización Mundial del Turismo ha admitido que el crecimiento del sector turístico al ritmo actual podría aumentar sus emisiones de CO2 en un 150% en 30 años.
Desde luego que algo no va bien cuando un billete de ida y vuelta desde cualquier punto de Europa a Asia, puede costar menos de 500€, sin duda, no estamos yendo en la dirección correcta.
Tampoco podemos esperar que la huella ecológica se vea reducida de repente porque la gente comience a tener una mayor conciencia ambiental y deje de viajar.
Seamos serios: para reducir las emisiones de gases que generan el efecto invernadero, debemos tomar medidas en esta línea – y debemos comenzar por medidas económicas. Se deberían incrementar los impuestos, y con ello los billetes de avión, así como imponer las tarjetas de crédito de carbono con un limite anual. Así los ciudadanos tendrían que ahorrar “carbono” para poder invertirlo en sus vacaciones. Entre personas, se podría intercambiar o comprar estos créditos de carbono que serán modificados por medio de estas tarjetas.
Sin embargo, el problema es que estas propuestas podrían hacer que los viajes en avión se conviertan en algo elitista y discriminatorio.
Por otro lado, viajar reporta unos beneficios que superan los impactos negativos y que son difíciles de cuantificar: acerca culturas, fomenta el multiculturalismo, provoca un ambiente de comprensión entre viajeros y población local (cuando hay una buena gestión en el destino) y aporta riqueza a nivel local (creando puestos de empleo).
Cuando este tipo de viajes se realiza con responsabilidad, la calidad del intercambio entre población local y turistas permite al viajero salir de su zona de confort y adquirir una mayor comprensión del mundo, ganando así una mayor conciencia y madurez en este sentido. De vuelta a casa, pueden transmitir estos valores y mentalidad a sus hijos, familia y amigos.
Por eso, creo que el turismo sostenible, en concreto, es necesario y no puede ser sacrificado atendiendo únicamente a indicadores tales como las emisiones de CO2 a la atmósfera y el efecto invernadero. Pero, ¿podemos realmente medir el impacto positivo indirecto que el destino y sus recursos tanto culturales como medioambientales genera en el viajero y en su entorno inmediato?
Quizá debamos adoptar una visión global, ser capaces de verlo como un todo, incluyendo otros parámetros a la pregunta anterior: ¿deberíamos continuar viajando bajo el panorama actual de cambio climático?
A ciencia cierta, las emisiones de CO2 se deben empezar a tener más en cuenta a la hora de planificar las vacaciones reflejándose en la elección de destino, duración de la estancia, etc. Y en mi opinión, viajes de fin de semana a Nueva York, Shanghai e incluso dentro de Europa sean calificados como irresponsables y contraproducentes.
Pero si el 5% del efecto invernadero se debe a los viajes de turistas, el 95% restante no lo es. En este sentido, ¿no deberíamos considerar otras prioridades que provienen de otros sectores como la agricultura, ganadería (por ejemplo consumir menos carne) o la construcción?
Considero que el transporte es importante y necesario, y que la huella ecológica tiene que ser compensada tomando medidas también en otros sectores de producción y en la mejora de la eficiencia energética de infraestructuras existentes.
Por supuesto, esta es la opinión de un apasionado de los viajes y un consultor. Sin embargo estoy convencido de que la reducción del número de viajes (sin duda a favor de los más ricos) no es la mejor solución. Viajar desde una edad temprana, permite a las personas descubrir otras culturas, países y religiones, y es esta curiosidad una de las cosas más enriquecedoras de la vida. La solidaridad y comprensión, nos conducirá a cumplir con los grandes desafíos que tenemos por delante.
Así que sí, vamos a seguir viajando por el mundo, con una mente abierta y la voluntad de conocer otras culturas, sin imponer nuestra visión y prejuicios. Mantengamos la curiosidad que caracteriza a los niños durante toda nuestra vida, e intentemos no abusar de esos viajes de fin de semana a la otra punta del planeta, seamos responsables en nuestras decisiones y planifiquemos la duración de nuestra estancia con prudencia.
¿Qué opinas tú?
Este artículo ha sido escrito originariamente para nuestra web en inglés y ha sido traducido por nuestra colaboradora Nuria Mohedano.