“Las Baleares son un hotel, y tenemos colgado el cartel de overbooking”, simplifica el doctor en geografía y profesor de la Universitat de les Illes Balears (UIB) Ivan Murray, autor de Capitalismo y turismo en España, del “milagro económico” a la “gran crisis”. Joan Lluís Ferrer, periodista y autor de Ibiza: la destrucción del paraíso, va más allá: “Estamos iniciando la fase final del colapso, y éste se agrava de tal forma que podría quedar un lugar inhabitable en cuestión de 5 o 10 años”.
La sobrecarga de las infraestructuras y de las capacidades naturales de las islas, tras más de medio siglo de construcción y desarrollo turístico, ha provocado la aparición de una serie de problemáticas que, lejos de solucionarse, continúan agravándose. Tal como expone la portavoz del Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Naturalesa (GOB), Margalida Ramis, a pesar de la alarma, hoy se sigue celebrando la consecución de nuevos récords “e incluso se está pensando en favorecer nuevos crecimientos que se escudan en cuestiones de turismo sostenible”.
A pesar de que las cuatro islas caminan hacia el mismo modelo, las diferencias son notables. Las Pitiüses –Ibiza y Formentera– son el máximo ejemplo de sobresaturación. Ibiza recibió 2,7 millones de turistas en 2014, veinte veces su población, y Formentera, con 11.500 habitantes, acoge a 1,2 millones de viajeros al año.
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