Si se cumplen las previsiones, 2016 será un año récord en el turismo mundial. La barrera está en los 1.184 millones de personas que viajaron por puro placer a otro país el año pasado, una extraordinaria marca a la que España contribuyó con 68,1 millones de visitantes extranjeros, cifra que con toda probabilidad será batida en pocos meses.
Como motor económico, el turismo es un negocio boyante para España, una verdadera potencia. Genera una importante bolsa de puestos de trabajo y suculentos ingresos. Otra cosa es si el modelo en vigor no morirá de éxito. La voracidad a la hora de atraer visitantes ha provocado que la densidad por metro cuadrado supere en algunas zonas el límite de lo razonable. Las Ramblas de Barcelona, por ejemplo, sufren en sus calles la llegada, de golpe y porrazo, de los habitantes del Harmony of the Seas, una verdadera ciudad flotante con capacidad para 7.000 pasajeros y 2.000 tripulantes. Cuando esta mole llega a puerto, una avalancha de cruceristas saturan el espacio público y se desplazan en manada por la Sagrada Familia, la Boquería o el parque Güell.
“La voracidad a la hora de atraer visitantes ha provocado que la densidad por metro cuadrado supere en algunas zonas el límite de lo razonable. “
Salou (Tarragona), Lloret de Mar (Girona) o Magaluf (Mallorca) son otros destinos tomados por extranjeros que, en este caso, buscan sol, juerga y borracheras low cost. La agencia de viajes alemana Tui promociona Baleares como destino para “divertirse hasta que venga el médico”, de modo que no es de extrañar que las islas lleven colgada la etiqueta de “excursiones etílicas” y atraigan a gentes poco deseables.
Sigue leyendo la noticia entera en el artículo escrito por Rosario G. Gómez: Los riesgos del turismo voraz | El País